La Voluntad

Que esta reflexión nos encamine al conocimiento de nuestro interior y nos guie al descubrimiento de nuestra misión.

La Voluntad, es la irrevocable resolución de llevar a efecto un acto determinado. El albedrío es sinónimo de voluntad. El Ser supremo confiere a sus creaturas al nacer la facultad de decidir por sí mismas lo que deben o no deben realizar. La humanidad es libre en relación con el mundo externo, pero no con el interno. Somos los que decidimos por medio de la conciencia, lo que debe ejecutarse y no de la insubordinación la que nos gobierna.

Se ha dicho que en todo hombre existe la dualidad del corazón y el cerebro. De éste parten los pensamientos; del otro los sentimientos y ambos influyen en nuestras acciones.

Si tenemos la suerte de haber nacido con una voluntad eficiente o hemos acertado a educar la que no era, hasta llegar a su completo dominio debemos esgrimirla para eliminar cavidades huecas en nuestro YO. La lectura, el estudio, la práctica o el aprendizaje de una actividad nos servirán de mucho para imprimir un sentido a la vida.

En la independencia personal, podemos ser hoy de una manera y mañana de otra. En la antigua tragedia griega, los actores se distinguían por medio de máscaras y, para hacerse entender, usaban un pequeño cañuto en la boca al que se llamó PERSONARE. De ahí se derivó el vocablo personaje y su inmediata persona.

De nuestro carácter depende en alto grado nuestra posibilidad de ser o no ser algo en la vida. El carácter debe ser un poderoso auxiliar de la voluntad de lo que debe hacerse., plegarse a la voluntad de otro, anula nuestra propia voluntad. La obsesión de hacer algo indebido a sabiendas de que lo es, convierte en un pelele al hombre.

Yo soy, yo.

La voluntad sirve para estimular la defensa de la personalidad acorazada por el carácter y hacerlo con ello apto para recorrer los caminos de la vida, siempre con tendencia al progreso personal.

La misión, se acomoda estrictamente a las condiciones y capacidades de cada uno. Si el espíritu o el intelecto anidan fomentos de grandes empresas, la mente estará en juego el dominio de la voluntad para salir airoso.

La misión en la vida la componen los hechos, cuya compilación, si sabemos hacerla, es el mensaje que dejamos a la posteridad. Si se alienta en nuestro interior un propósito decidido en cuanto a lo que queremos ser o hacer, cuando nos esforzamos en ello, no dejará de sernos recompensado.

La negligencia, la desidia, la indolencia, la pasividad, fase de una misma flaqueza, deben ser combatidas por la voluntad, implacablemente.

Evolucionar es variar, todo ideal representa un nuevo estado de equilibrio entre el pasado y el porvenir. La imaginación es madre de toda originalidad. Siempre habrá evidente contraste entre el servilismo y la dignidad, la torpeza y el genio, la hipocresía y la virtud. La imaginación dará el impulso original hacia lo perfecto.

El hombre debe alentar nobles pasiones, no esquivando el amor como si fuera un abismo.

La medida social del hombre está en la dirección de sus obras; la inmortalidad es el privilegio de quienes las hacen sobrevivientes a los siglos, y por ellos se mide.

Debemos de ser capaces de concebir la perfección, de formarse un ideal. Sin rutinas, sin mansedumbre. No pensar en la cabeza de los demás. No temerle a lo desconocido, no atarnos a los prejuicios, tornándonos timoratos e indecisos. Tengamos iniciativa propia y no mirar siempre al pasado. Hay que ser previsores, nunca acomodaticios, siempre equilibrados. No debemos renunciar antes de gritar la verdad frente al error de muchos.

El hombre vale por su saber, cultivemos la cultura como la fuente de la virtud. El que no cultiva su mente, va derecho a la disgregación de su personalidad.

El hombre de mérito se adelanta a su tiempo. Desgraciado quien se olvide de sí mismo para pensar solamente en los demás.

El hombre excelente se reconoce por que es capaz de renunciar a toda prebenda que tenga por precio una partícula de su dignidad.

Los nobles ingenios sólo confían en sí mismos. Luchan, salvan los obstáculos, se imponen. Sus caminos son propiamente suyos.

Los grandes cerebros ascienden por la senda exclusiva del mérito, o por ninguno. La gloria depende de ellos mismos. El éxito es benéfico si es merecido; exalta la personalidad, la estimula. Tienen otra virtud: destierran la envidia ponzoñosa incurable en los espíritus mediocres.

La gloria de los pensadores, filósofos y artistas que traducen su genialidad mediante la palabra escrita, es lenta, pero estable.

Los genios, los santos y los héroes desdeñan toda sumisión al presente, puesto toda la proa hacia un remoto ideal, resultan prohombres en la historia.

Los caracteres excelentes ascienden a la propia dignidad nadando contra las corrientes rebajadoras. Su personalidad es todo brillo y arista. Poseen una firme línea moral que les sirve de armadura. Son alguien. Su fisonomía es la propia y no puede ser de nadie; son inconfundibles, capaces de imprimir su sello indeleble en iniciativas fecundas. Las gentes domesticadas les temen, empero las adoran con su desdén. Poseen el don de resistir a la rutina y pueden librarse de su tiranía. Por ellos la humanidad vive y progresa.

El carácter se expresa por actividades que constituyen la conducta.

El talento en todas sus formas intelectuales y morales: como dignidad, como carácter, como energía, es el tesoro más envidiado entre los hombres.

El que tiene méritos, sabe lo que cuestan y los respeta; estima en los otros lo que desearía se le estimara a él mismo.

La dicha de los fecundos martiriza a los eunucos.

Saber esperar, es el gran medio para llegar.

NO HAGAMOS NADA EN FAVOR DE LA AUTOCOMPLACENCIA, DE LA RESIGNACIÓN. 




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