LA EXEQUIA Y LA RESURRECCIÒN

Tenemos que desechar en nuestro andar cotidiano todo aquello que nos afecta. Debemos cavar el foso de lo inútil, incinerar los recuerdos malos, destruir lo negativo. No debemos velar ninguna memoria que no haya sido positiva, que no haya producido ningún fruto y que no haya dejado alguna sana enseñanza.


Debemos resurgir de esas cenizas, crear un nuevo y mejor aliento de vida. Debemos levantarnos de aquel panteón y elevar nuestras potencias. Debemos surcar los cielos con una nueva esperanza, ¡Vivir y vivir lo mejor posible!

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