EJERCÍTATE EN LOS DEPORTES
Hace unos tres decenios
que, junto a la educación del entendimiento y de la voluntad, se presentó de un
modo más decidido, a manera de tercer postulado en nuestra pedagogía, la cuestión
de la educación física, cuestión que hoy día ha llegado a ser un problema
candente de la educación de la juventud.
En la acuidad que ha
adquirido la cuestión, muchos no ven otra cosa que la irrupción del espíritu
americano, cuando en verdad podemos encontrar entre nosotros su explicación
satisfactoria: el régimen de bandolero con que la moderna lucha por la vida
trata las fuerzas físicas del individuo. La lucha económica, cada vez más
despiadada, exige también un organismo más acerado.
No podemos negar que el
rasgo característico del deporte actual es un afán loco de “récords”, por lo
que merece sentencia condenatoria; no obstante, si la educación del cuerpo se
ciñe a límites razonables, debemos reconocer que vigoriza la salud, acerca las
fuerzas para las empresas de la vida diaria y, en cierta medida, hasta da
facilidad para mantener en equilibrio el alma.
El joven que se dedica
a los deportes con sobriedad tiene ya en su aspecto exterior tinte señorial y
caballeresco. Sus ojos son brillantes, su continente gallardo. Sus pasos son
armoniosos y elásticos. Es te cuerpo joven, capaz de resistir admirablemente al
frío, al calor, al trabajo y cansancio.
Junto a los peligros
que indudablemente trae consigo el movimiento de educación física, hemos de ver
sus valores innegables también de abundantes ocasiones de practicar la
autodisciplina y mortificación, el acerar la voluntad y la constancia, las
manifestaciones modernas del clásico “sustine et abstine”; aceptado por el
cristianismo primitivo.
Sabemos muy bien, y experimentamos
a diario que las cacareadas palabras de Juvenal, así como se citan actualmente
mutiladas: “Mens sana in copore sano”, una mente sana en un cuerpo sano-, no
responden a la realidad. Pero proclamamos que en el pensamiento no mutilado de
Juvenal hay un valor serio que, en su totalidad es como sigue: “ORANDUM EST SIT
MENS SANA IN CORPORE SANO”; es decir hay que pedir; hay que procurar que en un
cuerpo sano habite un alma también sana.
El deporte no tiene
otro fin que hacer las veces del trabajo corporal en el robustecimiento de la
salud. Con esto se traza los límites que deberás guardar en los deportes. El objeto
del deporte no puede ser, por tanto, el desarrollo excesivo de una u otra de
tus extremidades, sino el fomento del trabajo de conjunto, rápido, acerado,
elástico de todo el sistema muscular y nervioso. Mons. Tóth.
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