FIN DE UN PARTIDO CUASI HEGEMÓNICO EN LA CAPITAL DEL PAÍS
El
término hegemónico creado por Giovanni Sartori, viene a colación de analizar
los porqués de un partido que desde 1997, ha sentado sus reales electorales en
la administración pública local, a través de la Jefatura de Gobierno y en las
demarcaciones territoriales (delegaciones políticas), en los cargos de
representación legislativa (diputados federales y locales (ALDF).
Un
partido político pierde el poder cuando éste pierde credibilidad, es decir
empieza un declive natural por los años de ejercicio del poder.
Cuando
un partido político desde sus aspiraciones al poder, es creíble, distinto,
vanguardista, hace de su política, la bandera ciudadana, y ésta por
consecuencia le otorga confianza y credibilidad.
Pero
a través de ese mismo ejercicio de poder, se inician los “errores” de
administración, de gobierno, de servicios, de atención y no se corrigen o se
endosan a otros, es el inicio de un abuso del poder conferido por los
gobernados.
Cuando
el gobernante en turno es analizado por la opinión pública, y está decide que
su administración está en declive por su actuación, entonces su popularidad
disminuye e influye en el ánimo ciudadano.
Hoy,
esa administración pública ha perdido casi su credibilidad. Naturalmente que no
todo no se debe exclusivamente a las actuaciones del actual Gobierno, aunque
algunos de sus errores políticos profundizaron este peligroso fenómeno, sin
embargo, fueron las actuaciones de los gobernantes anteriores las que crearon la
desconfianza entre los ciudadanos.
Las
omisiones, culpas, quehaceres, oficios, pronunciamientos, imágenes de
funcionarios, y legisladores, causan fuerte impacto ante los habitantes y ciudadanos
de la capital del país, y cuando esto no es satisfactorio, entonces las
opiniones de los posibles votantes, empezará a voltear hacia quienes sean
diferentes.
El
transfuguismo no se tolera entre ni en la familia política, y tampoco entre los
posibles votantes. Causa hilaridad y deja como consecuencia la desconfianza e
inconformidad.
La
suma de todas las acciones negativas lleva a desconfiar en un partido y en sus
administraciones que crearon expectativas y que hoy no tienen credibilidad.
La
esperanza del ciudadano es que surjan candidatos cuyas trayectorias hablen por sí
y para los demás y se ganen la confianza ciudadana para una nueva transformación
del andar político, por el camino de una nueva pluralidad democrática, y no por
la vía de las “dictaduras democráticas” de un solo partido.
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