LA DECISIÓN DEL VOTO
El siete de marzo de 2019, Anna Sánchez Juárez, escribió que la Neuro
política describe en voz de sus estudiosos que:
En milésimas de
segundo, antes de ser conscientes de nuestra decisión, el cerebro ya la ha
tomado por nosotros. Esto ocurre tanto en las situaciones más simples, tales
como la elección de un producto en el supermercado, como en las más complejas:
votar a un candidato político en unas elecciones. La inclinación por un
político depende no solo de la valoración de factores históricos, políticos,
socioeconómicos y culturales, sino también de mecanismos cerebrales de toma de
decisiones. El neurocientífico Diego Redolar, profesor de los Estudios
de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya
(UOC), lo analiza.
Tomar
decisiones sobre en quién se puede confiar es importante para la seguridad y el
bienestar de las personas, tanto individual como grupalmente. Para muchos
ciudadanos no siempre está claro a quién hay que votar, porque en muchos casos
la evidencia de la información no está clara y se desconoce con qué grado de
veracidad habla cada candidato. En elecciones difíciles como esta, varios
estudios internacionales, basados en experimentos realizados con técnicas de
neuroimagen, muestran cómo el cerebro en algunas ocasiones no
puede funcionar de forma racional y entonces es cuando recurre
a distintos atajos.
«La imagen
de los políticos es uno de estos atajos», apunta Redolar, también investigador
del grupo de investigación Cognitive NeuroLab
de la UOC. «La expresividad emocional y
la estructura
del rostro de un candidato son también aspectos clave en
grandes decisiones como estas», comenta el neurocientífico. «El procesamiento
que el cerebro lleva a cabo a partir del rostro de una persona para generar una
atribución de confianza o desconfianza es espontáneo y automático. Implica
estructuras clave de procesamiento de la información emocional, como la
amígdala o la ínsula anterior», explica el investigador.
«La forma
de la boca y de las cejas, por ejemplo, puede influir. «Los
rostros con una expresión facial de felicidad, en los que normalmente se
presentan bocas en forma de U y cejas en forma de A, denotan confianza,
mientras que los rostros que muestran una expresión facial de enojo, con bocas
en forma de ∩ y cejas en forma de V, son rostros de los que tendemos a
desconfiar», señala Redolar.
En cuanto a
las personas que tienen las mejillas poco profundas, la
barbilla amplia, las cejas bajas y la cara ancha, generan menos confianza en
los demás. «En el caso de las mujeres, las características
estructurales son un arco superciliar (arco óseo del cráneo situado encima de
los ojos) más alto, unos pómulos más pronunciados y caras estrechas», remarca
Redolar.
Además, la percepción
que tenemos cuando vemos por primera vez el rostro de una
persona puede estar afectada por la sensación previa que
hemos tenido al ver las caras de las personas que pertenecen a su grupo.
Así, por ejemplo, la percepción que tenemos de los miembros que forman una
lista electoral puede estar condicionada previamente por la percepción que
tenemos del cabeza de lista. «En contextos experimentales, antes de presentar
un rostro neutro -que no muestra ninguna emoción y que no se ha
relacionado previamente con ninguna situación ni negativa ni
positiva-, cuando se ha mostrado de forma subliminal una cara que posee
facciones que denotan desconfianza, los participantes después atribuyen al
rostro neutro esta desconfianza», señala el investigador.
Votar por contagio
libera la duda
Cuando una
persona tiene que hacer una elección muy difícil y duda de sí misma, mira a su
alrededor y como salida de emergencia termina haciendo lo que hacen los demás.
Varios estudios en neurociencia, psicología experimental y economía del
comportamiento muestran que los vecinos, los amigos, los grupos sociales y las
familias votan de forma similar, explica Mariano Sigman, neurocientífico y
director del Laboratorio de Neurociencia Integrativa de la Universidad de
Buenos Aires en el periódico Clarín.
«El
grupo nos soluciona el problema. Cuando elegir es muy difícil,
uno puede, consciente o inconscientemente, copiar y elegir lo que dicta la
norma de la vecindad. Es más cómodo y encaja con la tendencia del cerebro a la
“vagancia”», dice Sigman.
La importancia de las
emociones
El
neurocientífico Antonio Damasio, en un acto
de presentación de su último libro, El extraño orden de las cosas,
apunta que la gente tiende a despreciar los sentimientos. «La sociedad se ha
centrado en la ciencia y la tecnología, pero la clave de todo está en que somos
seres que sentimos. El resto de cosas, como el intelecto o la visión del mundo,
vienen después». Para Redolar, tal como apunta Damasio, en la toma
de decisiones es produce una negociación entre la razón y las emociones.
«En la elección de un candidato político las emociones nos pueden ayudar o dar
pistas para completar la información que podemos recoger con nuestro
razonamiento sobre aspectos como la base de la ideología o el programa político
del candidato», añade.
Gracias a
las asociaciones neuronales, cada experiencia que tenemos el cerebro la guarda
de forma inconsciente en sensaciones positivas o negativas, y de aprobación o
rechazo. «Cuando se repite una situación similar, se
activan estas conexiones cerebrales y ya se produce una reacción intuitiva de
aprobación o no de la situación», concluye el experto.
Comentarios
Publicar un comentario