EL TIEMPO DE ESTUDIO
Cuando
más recio se asienta en nosotros la materia recién aprendida, sin que otros
conceptos vengan a estorbar ese lento proceso de sedimentación, tanto más
seguro y duradero será el tesoro adquirido.
Es
por esto recomendable tomarse formarse pequeños descansos entre el estudio de
diferentes asignaturas. Así se explica que lo que aprendimos por la noche-quizá
con más dificultad que por la mañana-quede mejor grabado en nuestra memoria, en
tanto que la materia que se aprendió de mañana, suele grabarse mucho menos,
porque para ello, estorbaba las mil y mil impresiones nuevas del día.
El
que estudia por la tarde, estudia por el porvenir; el que lo hace por la mañana
no logra más que decir bien la lección del mismo día. El descanso del sueño es
la causa de la diferencia, pues da tiempo para que se posen las ideas
aprendidas. Sin la batalla y turbación que suele traer el amontonamiento de
conceptos distintos e inclusos contrarios.
Este
hecho proyecta una ley ininteresante para explicar aquella vieja acodicia de
los estudiantes de poner el libro por la noche debajo de la almohada sin aprender
aprendido bien la lección, ocupados que así la sabrán sin tropiezo al día
siguiente. ¿Qué fundamento tiene tal ilusión, tan acariciada por tantísimos
estudiantes? Hay algo real en ella: el
que rumia la lección aún en sueños,
tendrá más grabada la materia que aprendió. El que no ha estudiado puede
colocar bibliotecas enteras debajo de su almohada. No conseguirá resultado
alguno. Después de cenar no estudies, a ser posible. Menos aún a altas horas de
la noche, lo pagará caro tu salud. Es un hecho comprobado que el sueño de antes
de medianoche vale mucho, más que el de después, y que las horas pasadas en
blanco por la noche no podemos compensarlas, ni siquiera durmiendo el doble por
la mañana. “El estómago lleno no gusta de estudiar”. El dicho tiene razón. Después
de cenar no estudies enseguida con intensidad, ni leas seguro. Se necesita entonces
la sangre para la digestión y no conviene turbarla en este trabajo (ni otros)
dirigiéndola al cerebro. ¿Qué hacer entonces? Un rato de charla, un poco de
juego, movimiento moderado. Pero después de un prudente descanso, adelante, a
estudiar de nuevo. Mons. Toth.
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