LA PERSEVERACIÓN REPOSADA
En una espléndida madrugada
de julio, dos estudiantes emprendieron el camino para escalar la cumbre de
LOMNIC. Ambos nacieron en la gran llanura húngara y nunca habían visto montañas
tan magníficas y gigantes. Al son de una alegre canción, iban caminando aprisa,
y riéndose. Dejaron atrás a un anciano, que, al parecer, también se dirigía
hacia la cumbre, pero con pasos tan
reposados, tan mesurados que hasta el caracol se arrastraba más aprisa.,
observó uno de los estudiantes, cuando a los diez minutos, volvieron su mirada
al anciano, les pareció una pequeña hormiga allá lejos, a sus pies. Pero el
pulmón de los muchachos empezó a jadear cada vez más; al principio tomaban cada
media hora de subida un descanso de cinco minutos; más tarde, tuvieron que descansar
un cuarto de hora. Y cuando hacía a mediodía se tumbaron completamente agotados
junto a la orilla de una cascada, he ahí que aparece de repente por el camino
el hombre caracol, y con los mismos pasos reposados, mesurados, como por la
mañana, paso delante de ello, y sube…sube…cada vez más arriba…sube el anciano…otra
vez parece una…los dos jóvenes en cambio, están tendidos sobre las rocas,
presos de un cansancio que los paraliza. Porque para llegar a las alturas y
alcanzar la cima prefijada, no basta un arranque juvenil y una llamarada de
fuego de paja, sino que es menester para ello una perseverancia reposada,
siempre igual, constante. Mons. Toth.
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