EL CABILDERO
Citar
a esta figura del acuerdo y de la comunicación, es reconocer en ella la
representación de los intereses de quien lo contrata y al que se debe dar una
fidelidad absoluta. A partir del año 2000, con el provecho de que era necesario
cabildear los intereses de las partes interesadas, surge esta figura en el
Congreso de la Unión en México. Sin embargo su incursión en dicho ámbito no les
es de mucho reconocimiento por algunos legisladores que se oponen y quieren
regularlo. El Cabildero no existe
solamente para tratar de influir en el ánimo del legislador, sino también para
ponerlo al tanto de la afectación que puede causar una decisión no muy bien
informada, y por otro lado proponer los intereses de una sociedad a la que debe
atender, escuchar y ayudar.
Si
bien la figura es individual y particular, también los son los entes de gobierno, los
políticos y los legisladores en la búsqueda de los consensos y los apoyos que
necesitan.
El
cabildero cuenta con un talento natural en su personalidad, que es la habilidad
para la presentación, la negociación, la comunicación, la oratoria, la dialéctica,
la persuasión y la mediación. Atributos que desarrolla a través de una
seguridad en sí mismo y que ha adquirido en una función que le apetece y
disfruta al aplicarla. Cabildero que no cuente con estas particularidades, no
es posible llamarlo cabildero, y en ello deben dar cuenta de quienes contratan
a estos servidores profesionales o se inician como tales.
El
cabildero apercibe, no engaña, no presiona a quién lo escucha, y busca la
oportunidad a través de la información investigada y sobre la cual diserta.
Es como lo señala Julián Gutiérrez
Conde, si con ese conjunto de habilidades se usará más inteligencia, se sería
capaz de promover unas relaciones interpersonales más positivas, desencerrar conflictos
y construir acuerdos.
El cabildero debe tener carisma para reflejar
mejor sus actitudes y así cumplir mejor
con la función de la que es parte y muy útil.
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