EL FIN DEL MUNDO
La
reingeniería de la vida es, empezar de nuevo a redescubrirse uno mismo, en
educar la voluntad, qué es la escuela de carácter la más sublime que pueda
haber. Lograr la autoeducación de nuestras acciones, actitudes y pensamientos. Y
ésta debe empezarse hoy. El carácter no se forma con el vaivén de la vida. Quién
llega sin carácter firme al ajetreo del mundo, pierde hasta lo poco que haya
podido tener “su fin en el mundo”.
Los
que la hacen son los que arrebatan, dice el refrán…Luchar contra nosotros mismos
y poner orden en el bosque salvaje de nuestras fuerzas instintivas, debe ser un
propósito.
Quién
empieza la ofensiva ya lleva gran ventaja. Se ha de atacar día tras día; ¡aunque
no sea más que una pequeña batalla! Al ejército enemigo, que tiene sus reales
escondidos en nuestro interior, y cuyo nombre es pereza, desamor, apatía,
costumbre…
La
voluntad es un águila, que sueña con aire puro, con bosque, con cimas de
montañas, que se lanzaría de buen agrado hacia las alturas vivificantes; pero
se ve cogida en la jaula de las inercias, de los despropósitos y se agita y
revuelve en su cárcel…
Si
somos estériles, se troca la tierra labrantía, la que da trigo, flor, vida;
toda tierra si se descuida crecerán en ella espinas, cardos, malas hiervas, si
no se le cuida debidamente…Toda voluntad se malogra si no es tratada con
esmero.
La
voluntad es como una semilla sembrada en el ser; si se cuida con esmero y se
fortalece, se desarrolla y crecerá, será un roble que resista los huracanes; pero
si se descuida hasta las hormigas de las pequeñas faltas podrán roerla.
La
libertad de espíritu sólo puede ser galardón de pequeños esfuerzos continuos,
animosos, de una labranza lenta, de una continua autocorrección. Por esto
caminan a nuestro alrededor tantos hombres y mujeres que arrastran las cadenas
de sus errores; porque muchos son los que temiendo aceptar el duro trabajo de
los esfuerzos cotidianos, “se les acabo su mundo”.
Que
la mesa de trabajo sea el yunque en que se fragüe el porvenir. Mons. Toth.
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